lunes, 20 de enero de 2014

Sin respuestas.

Nunca pensé que nada, y mucho menos que nadie, pudiese cambiarme de la manera que lo estás haciendo.
Ya no me cabreo por cosas importantes, o quizá, es que desde que estas tú, nada más me importa.
Noches perfectas en mi cama, con Antonio Orozco de fondo, arropada por el frío sin saber cual es su causa, quizás seas tu o quizá sea lo vacía que me siento.
Tantas preguntas en mi cabeza que llevan tanto tiempo buscando respuesta, pero con el tiempo te das cuenta de que hay algunas cosas a las que nunca se podrá responder. Como si me preguntasen qué es lo que siento cuando te veo, cuando te huelo o cuando te miro. Adrenalina y miedo juntas, inseparables, cuando estás cerca y sobre todo cuando nos quedamos mirándonos. Uno de esos momentos que marcan tan fuerte en tan poco tiempo que me llevan a escribir cosas así.
Me has cambiado la vida, pero sobre todo me has cambiado a mi, y tampoco sabré responder si para bien o para mal.
Nunca he esperado nada de nadie, y sobre todo, nunca he esperado a nadie, pero tú has llegado para pararme y quedarme ahí viendo como te has ido.
Y sale el sol, y de repente se pone la luna... Así pasan los días, sin nada interesante que decir ahí en medio. De lo que si que puedo decir es de la luna, que es la que me acompaña recordandote, esperando que tu cuando la veas sientas lo mismo.
¿Recuerdas esa noche mirando la lluvia de estrellas? Tú me preguntaste que cuál era mi deseo, y yo no quise responder o quizá es que tampoco había respuesta, porque lo único que deseaba ya lo tenía entre mis brazos.
Yo que siempre tenía respuestas para todo, ahora sólo me vienen preguntas y más preguntas, además, son de esas sin respuesta. O mejor dicho, la respuesta nunca vendrá si no vienes tú

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